ALVARO POP

Guatemalteco, Maya – Q’eqchi’

A este continente lo llamamos de diferentes maneras.

Los May Ab’ (Mayas de Mesoamérica) en el idioma Q’eqchi que vivimos en el norte de Guatemala significa los filosofos del tiempo (aj may = los fumadores, filosofos; Ab’ = tiempo); para los Yucatecos Mayab tierra de los escogidos;  el sur los Mapuches lo llaman Wallmapu la tierra que nos rodea; los Incas lo bautizaron como Tawantinsuyu tierra de cuatro regiones; los Kunas le han llamado Abya Yala tierra del sol.

Pero todos tenemos varios denominadores comunes.

Hemos luchado por nuestras identidades, culturas y espiritualidades.

Contra corriente, todos defendemos a la Madre Tierra y la conservación de nuestros territorios; aún hablamos nuestros idiomas y guardamos los secretos de la sobrevivencia en los conocimientos ancestrales. Pero también hemos compartido las tragedias y los genocidios. Muchos de ellos aún los sufrimos.

Hoy por hoy, miles de familias indígenas del continente son expulsadas de sus territorios, mueren de hambre, de sed, de enfermedades y a la intemperie. Y a balazos. Vivimos en medio de un ambiente de expulsión, explotación, marginalidad y racismo.

A pesar de todo hemos sobrevivido más de quinientos años.

El Covid19 ha llegado.

Nadie tiene idea clara el impacto que tendrá en las comunidades de nuestros pueblos. Algunos predicen mayor capacidad de sobrevivencia por las distancias, por lo rural y abandonado. Para otros la exclusión de los sistemas de salud, de educación y la no ciudadanía de millones de indígenas en el continente será el mejor caldo de cultivo para eliminar “la molesta existencia de los indígenas”.

La lucha de nuestros dirigentes para la sobrevivencia de las comunidades en los últimos cinco siglos, presentada en 1923 ante la Sociedad de Naciones y luego continuada en Naciones Unidas ha avanzado significativamente. El mejor resultado en América Latina es su reconocimiento constitucional en casi todos los Estados. Sin embargo, su aplicación en políticas públicas es casi nula. Estamos fuera del sistema de salud de los Estados del continente. Lo que llega a las comunidades rurales son migajas, si llega. En esas condiciones es fácil prever que los sistemas de salud podrán fácilmente ser superados por la pandemia de COVID-19.

Enfrentar las pandemias no es nuevo para los pueblos indígenas del mundo. Especialmente para los de América. Muchas estrategias pueden ser exponencialmente más efectivas si se toman en cuenta las estructuras de organización de las comunidades de los Pueblos Indígenas; la mejor manera de enfrentar la emergencia es crear brigadas de operadores de salud indígenas para la atención / comunicación de comunidades rurales, para la ubicación de los contagiados y luego trasladarlos a los hospitales; los mensajes deberán realizarse en sus propios idiomas; respetar sus territorios y dejar que sus autoridades tengan la capacidad de “blindarlas” de la llegada del coronavirus en coordinación con el poder local (municipalidades); serán la reserva de alimentación familiar en momentos de crisis; guardianes de las fuentes de agua y del bosque; todo en momentos en los que el mundo entra en una crisis económica y social de amplias dimensiones.

Es el momento de repensar el futuro. El mundo no será igual luego de la llegada e impacto del coronavirus en el continente. La falta de las remesas, la disminución del consumo, la falta de inversión, la disminución de las materias primas, el desempleo masivo, que se suma a los problemas estructurales que los Estados no han podido atender en los últimos doscientos años dibujarán otra batería de retos sociales, políticos, económicos y culturales para la región.

La globalización ha fracasado y los pueblos indígenas de nuevo tienen la razón: la familia y la comunidad son el baluarte más importante del futuro, los Estados deben trabajar a su servicio.

Domingo 05 abril 2020.

1 Iq’, año 5,136 del calendario Maya.

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